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Coronas y Reinos

Reseña del libro "La Monarquía de España" de Miguel Artola. Alianza Editorial


Una de las incógnitas más interesantes de la Historia es como una institución basada en la sucesión de padres a hijos haya perdurado indemne a tantos siglos, frente a cambios revolucionarios de todo tipo e ideologías que han transformado el mundo. Miguel Artola, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Academia de la Historia, ha presentado un estudio de la Monarquía de los Reyes Católicos y su época, intentando aportar luz al entramado de reinos y condados que convivían en la península Ibérica.

La obra empieza con un análisis etimológico: la expresión más antigua conocida para designar a quien tiene el poder político procede de la raíz indoeuropea reg , en su acepción de "conducir", de la que procede su voz latina rex (rey). No podía faltar una exposición de la clasificación de las formas de poder político definidas por Aristóteles, que matiza su definición de monarquía como el poder de "uno", añadiendo la idea de que el monarca busca el bien de la comunidad.

Uno de los hitos que perfilaron la evolución de esta forma de poder político es el paso de Monarquía electiva -al modo de los godos- a hereditaria. En este sistema de legitimación en la continuidad del poder basado en los lazos de sangre prevalecía la preferencia del hombre sobre la de la mujer: ésta comunicaba el poder al varón más cercano y siempre al marido, hecho que provocaba cambios dinásticos y territoriales. Como subraya Artola, mediante matrimonios, nacimientos y muertes cambió el curso de la historia y se expandieron los reinos. Uno de los mejores ejemplos de esta realidad fue la unión entre Isabel y Fernando, cuya boda en 1469 unió los reinos de Castilla y Aragón dando lugar a la Monarquía de España, Pero el autor data la primera monarquía, entendida como la unión de reinos dispersos, en 1137, con el matrimonio del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV y Petronila, la heredera del reino de Aragón, que comunicó el poder a su marido.

Pero las uniones políticas y territoriales irían más allá de la península. Durante el reinado de Carlos V tuvo lugar la conquista y cristianización de las tierras de del centro y sur de América, en un proceso de europeización sin parangón. Felipe II, al igual que su padre, fue testigo de los cambios decisivos de Europa y el mundo. Desde Castilla gobernaba el Imperio heredado del emperador Carlos V y a su alrededor se desarrolló el sistema de potencias de la Edad Moderna. En contraposición a la idea de que la Monarquía Hispánica puede calificarse de unitaria, Artola desgrana minuciosamente las variadas formas de gobierno y creación legislativa en los distintos reinos, tanto los peninsulares como los territorios europeos y americanos.

Junto a una análisis de las grandes líneas históricas de actuación política, no faltan reflexiones sobre la propia tarea de gobernar. Ayer, como hoy, siguen siendo útiles los pensamientos de Quevedo: "Que el reinar es tarea que los cetros piden más sudor que los arados, y sudor teñido de las venas; que la Corona es el peso molesto que fatiga los hombros del alma primero que las fuerzas del cuerpo; que los palacios para el príncipe ocioso son sepulcros de una vida muerta, y para el que atiende son patíbulos de una muerte viva; lo afirman las gloriosas memorias de aquellos esclarecidos príncipes que no mancharon sus recordaciones contando entre su edad coronada alguna hora sin trabajo".

Publicado en la revista España Real , enero de 2000