MONARQUÍA


La defensa del Rey es el corazón de su pueblo





Más de 500 millones de súbditos

La monarquía persiste en 29 países y en otros 15 de la Commonwealth que tienen como jefa de Estado a Isabel II.

Más de quinientos millones de personas son en la actualidad súbditos de un rey, aunque no tienen mucho más en común que esa clasificación general. A principios del siglo XXI, la monarquía persiste como sistema de gobierno en 29 países, más otros quince de la Commonwealth que tienen a Isabel II como jefa de Estado, aunque la limitada capacidad de maniobra de las casas reales europeas tiene poco que ver con el poder casi supremo de los emiratos o reinos del golfo Pérsico. Sí comparten, en cambio, que todos ellos ejercen la alta representación de su país y la expectación que acompaña sus apariciones públicas, especialmente cuando se reúnen, como lo hace una gran familia, para celebrar los acontecimientos relevantes. El 22 de mayo, la boda de Estado del heredero de la Corona española será la próxima cita.

Pero más allá de la curiosidad que puedan despertar este tipo de reuniones, si la monarquía persiste como institución en una serie de estados es por razones mucho más sólidas, que varían según el contexto político y sociológico de cada país. En Europa, se debe a una evolución histórica que ha supuesto la pérdida de poder de los reyes a medida que los estados se han democratizado. Los estados modernos europeos nacen como reacción al antiguo régimen, y por la cesión de poder de los monarcas absolutos. “En Europa los reyes no tienen capacidad de decisión que afecte al funcionamiento de las instituciones del Estado, se limitan a solemnizar los acuerdos de otros órganos, por ejemplo sancionar las leyes aprobadas por el Parlamento, y eso explica la subsistencia de la institución”, explica Enriqueta Expósito, profesora titular de Derecho Constitucional de la Universitat de Barcelona. La desaparición de la institución, en cambio, en países como Francia o Italia se justifica por circunstancias políticas. “Son errores del rey –continúa Expósito–, como el apoyo en Italia al régimen fascista, que supuso no sólo el fin de la monarquía sino que en el periodo constituyente se llegó a prohibir la entrada en el país a los varones de la familia real.”

Distinto es el caso de las monarquías orientales, más próximas al concepto del monarca absoluto, ya que los reyes tienen todo o casi todo el poder y lo ejercen a través de sus ministros o el Parlamento. En estas monarquías limitadas o constitucionales –si el Estado se ha dotado de una Constitución que regule cómo se distribuyen los poderes– el rey suele formar parte del gobierno y puede proponer leyes al Parlamento y tiene derecho a veto, pero no es “responsable”.

La profesora Enriqueta Expósito valora que en estos países el mantenimiento de la institución se debe al propio contexto sociológico del país, y a la “confusión que se da entre Estado y religión, como ocurría en Europa en los siglos XVIII y XIX”, la época de las monarquías absolutistas, que luego evolucionaron a constitucionales. Y añade que el poder financiero de las monarquías del golfo Pérsico, que controlan una parte significativa del mercado del petróleo, también contribuye a su afianzamiento. Arabia Saudí, el mayor Estado de la zona, sirvió de modelo durante el siglo pasado a otros emiratos o reinos como Kuwait, Bahrein, Qatar, Omán o los Emiratos Árabes Unidos, que aplicaron un modelo de Estado que se basa en el islamismo tradicional a nivel interno y la colaboración con el capital extranjero.

En países como Marruecos y Jordania, con un sistema de monarquía constitucional, la preponderancia del rey en el orden político es inferior. La monarquía alauí, fundada hace más de doce siglos, entronca con el profeta Mahoma, de quien está considerado descendiente directo el rey Mohamed VI, máximo representante de Marruecos y de quien dependen la política y la religión. Menor tradición tiene la dinastía hachemí, que reina en Jordania desde mediados del siglo pasado, y a la que pertenece Abdullah II, considerado a su vez descendiente directo de Hashim, abuelo de Mahoma.

Pero el vínculo más estrecho entre un pueblo y su monarca se da en el caso de Japón, donde el emperador –inexacta traducción del término “tennô”– se erige en el referente cultural del país, lo que supone un esfuerzo extra para la institución: adaptarse a los nuevos tiempos y mantener las tradiciones, apunta el profesor Salvador Rodríguez Artacho, en su estudio sobre la monarquía en este país asiático. Japón no ha experimentado nunca la forma republicana de gobierno, y la figura del emperador pertenece a la esencia misma del país, ya que ha permanecido con mayor o menor protagonismo durante más de 2.600 años, aunque sus atribuciones constitucionales son simbólicas. Akihito es hoy el monarca con mayor número de súbditos, unos 127 millones, la población de Japón.

Le sigue en este ranking Isabel II de Inglaterra, que a los casi 60 millones de ciudadanos del Reino Unido suma los de otros quince estados de la Commonwealth que la tienen como jefa de Estado, lo que le da un total aproximado de 124 millones de súbditos. En su medio siglo largo de reinado, la reina ha sido también jefa de Estado nominal de una veintena de antiguas colonias convertidas en estados independientes, hasta que abolieron el sistema monárquico. Es sólo una pequeña muestra. Hace cien años, la monarquía reinaba en buena parte del mundo, a excepción de América Latina, Estados Unidos y algunas regiones de África.

De Bhumibola Gyanendra

El rey Bhumibol Adulyadej de Tailandia es el más veterano de los 29 soberanos que están en ejercicio. Nacido en Estados Unidos en 1927, se encontraba estudiando en una universidad suiza cuando el asesinato de su hermano le llevó a asumir, sin esperarlo, la sucesión al trono en 1946. Le sigue en longevidad el príncipe Rainiero III de Mónaco, en ejercicio desde 1949. La tercera es Isabel II de Inglaterra, coronada en 1952, que además de soberana del Reino Unido es jefa de Estado nominal de los otros 15 países de la Commonwealth que no han instaurado el sistema republicano. Los reyes de Samoa, Malietoa Tanumafili II, en ejercicio desde 1962, y de Tonga, Taufa'ahau Tupou IV, desde 1965, les siguen en este ranking. En el otro extremo, el rey Gyanendra de Nepal, y el rey Tuanku de Malasia, ambos coronados en el 2001, son los más recientes. Dos años antes, en 1999, asumieron el trono los herederos de Marruecos, Mohamed VI, decimoctavo rey de la monarquía alauí, y de Jordania, Abdullah II, cuarto de la dinastía hachemí.

Por Silvia Hinojosa, Periodista.
La Vanguardia, 16/5/2004