En el mundo sólo quedarán 5 reyes: los de las cartas y el de Inglaterra
(Rey Faruk de Egipto al ser destronado en 1952)






Carlos III, toda una vida para ser Rey

“La muerte de mi amada madre, Su Majestad la Reina, es un momento de gran tristeza para mí y para todos los miembros de mi familia”, ha dicho este jueves en un comunicado oficial el nuevo monarca del Reino Unido, Carlos III. “Lamentamos profundamente la muerte de una reina querida y de una madre muy amada. Sé que su pérdida será profundamente sentida por todo el país, los territorios de la Commonwealth y por un innumerable número de personas por todo el mundo. Durante este periodo de duelo y cambio, mi familia y yo nos sentimos reconfortados y apoyados, al saber el respeto y el profundo afecto que tenían todos hacia la reina”, ha dicho.

A diferencia de su madre, cuya opinión sobre los grandes asuntos que agitaban a diario el debate en el Reino Unido fue un misterio hasta el final de sus días, Carlos de Inglaterra accede al trono como un libro abierto para los británicos. Decenas de años a la espera de que le llegara el turno, y un carácter inquieto, ayudaron a que el príncipe de Gales se metiera en más líos de los necesarios, pero también mostraron a los ciudadanos que, en determinados asuntos, como la lucha contra el cambio climático o la necesidad de salvar del deterioro los centros urbanos, era un hombre conectado a su tiempo, e incluso adelantado al resto de sus compatriotas.

Recomendaba Walter Bagehot, el legendario editor de The Economist que escribió el ensayo sobre la forma de Gobierno inglesa más consultada por los monarcas de Reino Unido, que “la única materia prima válida para lograr un rey constitucional es un príncipe que comienza su reinado en fecha temprana”. Carlos, de 73 años, se ha convertido en una anomalía cronológica entre las monarquías del siglo XXI, que han vinculado sus posibilidades de subsistencia a una imagen de juventud y modernidad. A cambio, el heredero ha tenido tiempo de sobra, en los últimos años, para reemplazar a su madre —a medida que la reina veía debilitarse su salud— en muchos actos públicos, lo que ha ayudado a los británicos a acostumbrarse, y a aceptar, su presencia.

Extracto de la crónica de Rafael de Migel en El País.

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