Discurso de Don Felipe en los XX Premios Príncipe de Asturias, 27 de octubre de 2000

Con honda y contenida emoción, regreso ilusionado a Asturias para asistir a esta solemne ceremonia en el año en que celebramos la vigésima edición de nuestros Premios. El reencuentro anual con las gentes, los valles y los bosques -ahora iluminados por el otoño- de esta querida tierra, es siempre para mí un motivo de intensa alegría, que se acrecienta con la circunstancia de esta feliz conmemoración.

Agradezco vivamente la compañía con que nos honran hoy las personalidades y altas representaciones de España y de otros países amigos.

Una gratitud que extiendo con especial cariño a mis padres, SS.MM. los Reyes. Ellos han alentado de manera decisiva, a lo largo de estos veinte años, las tareas de nuestra Fundación, que rinde tributo a los más elevados valores morales, con los que está firmemente comprometida la España constitucional y democrática. Sin esos valores la Humanidad sería espiritualmente más pobre, menos solidaria y aún más injusta. Por ello es motivo de enorme orgullo para nosotros poder contribuir desde aquí a fomentarlos, con modestia, pero con la convicción y firmeza necesarias. El eco de nuestros galardones resuena internacionalmente cada vez más. Este éxito es la consecuencia de un trabajo ilusionado y del profundo compromiso con los principios éticos más insobornables. Porque sin altura de miras, sin autenticidad, sin elevación espiritual, no es posible construir nada creíble ni perdurable.

En el umbral de un nuevo siglo y confortado por todos estos sentimientos de gozo, me satisface señalar ante esta audiencia internacional que España continúa por la senda de la libertad y del progreso; una andadura que nuestra nación hace esperanzada, con vigor, liberada de viejos pesimismos que tanto ensombrecieron otras épocas de su caminar por la historia.

Existen problemas que resolver, ciertamente, como los que se viven en el País Vasco, en donde todos tenemos, como Unamuno, el «corazón del alma». Porque creemos que sólo se puede construir un futuro digno ensalzando lo que une y no ensanchando lo que falsamente separa, integrando y no excluyendo, mantenemos la firme esperanza de que el final de tanto dolor no puede estar lejos. Siempre hay un lugar para el encuentro y el entendimiento entre los que anteponen el valor supremo de la vida al fanatismo y al crimen.

Esta tarde nos permitimos recordar con la más profunda gratitud y emoción a quienes allí, arriesgando sus vidas, defienden heroicamente nuestra convivencia en libertad y en democracia, conseguida con tantos sacrificios. Su compromiso y su valor ejemplares nos hacen a todos más humanos y más libres. No olvidamos ni olvidaremos nunca a las víctimas de la locura terrorista que por todo el País reparte dolor y siega la vida. Son, como dice el verso de nuestro José Ángel Valente, «sangre sonora de la libertad».

Permítanme ahora, antes de finalizar estas palabras, que recuerde públicamente -con la alegría y naturalidad de los gestos verdaderos- la proximidad de un aniversario de especial significación para los españoles que apreciamos y agradecemos la obra conseguida de una España Democrática en Paz y Libertad. Hace 25 años que S.M. el Rey, con S.M. la Reina a su lado, comenzó un reinado que por innovador, moderno y cercano supo ocupar el lugar apropiado que la Historia y la convivencia democrática y plural demandaba. Es hermoso para mí, aunque confieso que no fácil por la proximidad que nos une, evocar así su obra desde esta querida Asturias, origen de tantas emociones, inquietudes e iniciativas que han contribuido, de manera fundamental a construir España. Desde aquí quiero resaltar su entrega a la misión histórica, la prudencia que impulsa su quehacer y sus desvelos por ser, como en verdad es, el Rey de todos los españoles.

Con el aliento de la Corona, el amparo de la Constitución y el trabajo ilusionado de los españoles, España, con sus problemas, es hoy un País que ha progresado enormemente unido en la libertad, respetado en el mundo, depositario de valores irrenunciables. En posesión de una espléndida creatividad literaria y artística y de una creciente y acreditada actividad investigadora, nuestro país está haciendo frente a los complejos desafíos de la sociedad de la información y de la nueva economía. Una juventud sólidamente formada, el protagonismo creciente de la mujer en todos los aspectos de la vida de la sociedad, un empresariado emprendedor y dinámico y unos trabajadores que dan permanentes muestras de responsabilidad, nos abren las mejores puertas al futuro.

A SS.MM. los Reyes por su decisiva contribución a esta obra, les expreso mi profunda admiración y gratitud como español y como hijo.

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