Segundo Manifiesto de Estoril de Don Juan, 19 de julio de 1969

Españoles,

En 1947, al hacerse público el texto de la llamada Ley de Sucesión, expresé mis reservas y salvedades sobre el contenido de esa ordenación legal en lo que tenía de contraria a la tradición histórica de España. Aquellas previsiones se han visto confirmadas ahora, cuando al cabo de veinte años se anuncia la aplicación de esa ley. Para llevar a cabo esta operación no se ha contado conmigo, ni con la voluntad libremente manifestada del pueblo español. Soy, pues, un espectador de las decisiones que se hayan de tomar en la materia y ninguna responsabilidad me cabe en esta instauración.

Durante los últimos treinta años me he dirigido frecuentemente a los españoles para exponerles lo que yo considero esencial en la futura Monarquía: que el Rey lo fuera de todos los españoles, presidiendo un Estado de Derecho; que la Institución funcionara como instrumento de la política nacional al servicio del pueblo, y que la Corona se erigiese en poder arbitral por encima y al margen de los grupos y sectores que componen el país. Y junto a ello, la representación auténtica popular; la voluntad nacional presente en todos los órganos de la vida pública, la sociedad manifestándose libremente en los cauces establecidos de opinión; la garantía integral de las libertades colectivas e individuales, alcanzando con ello el nivel político de la Europa occidental, de la que España forma parte.

Eso quise y deseo para mi pueblo, y tal es el objetivo esencial de la Institución monárquica. Nunca pretendí, ni ahora tampoco, dividir a los españoles. Sigo creyendo necesaria la pacífica evolución del sistema vigente hacia estos rumbos de apertura y convivencia democrática, única garantía de un futuro estable para nuestra Patria, a la que seguiré sirviendo como un español más y a la que deseo de corazón un porvenir de paz y prosperidad.

Estoril, 19 de julio de 1969

Contexto:

Este Manifiesto fue aprobado por Don Juan tres días después de recibir la carta en la que su hijo, el entonces Príncipe Juan Carlos, le comunica que el General Franco lo ha elegido como sucesor a título de Rey.

Luis María Anson, explica en su libro “Don Juan”, como se vivieron aquellos días en Villa Giralda:

A las diez de la mañana, Sainz Rodríguez y Areilza perfilan el Manifiesto del Rey, ayudados por Satrústegui, en la terraza del hotel Palacio. Por la tarde, alertada por Juan Tornos, Doña María entra en la secretaría y advierte que no puede llevar fecha del 18 de julio. Se le pone fecha 19.

Es falso que Doña María intrigase durante esos días en contra de su marido. En los momentos más difíciles, y especialmente durante aquella semana terrible, Doña María permaneció siempre al lado de Don Juan. Estuvo también, eso sí, haciendo todo lo posible para que no se produjera un choque entre el padre y el hijo. Y su tacto, su habilidad y su firmeza fueron decisivos para que no se llegara a una situación de ruptura.

Sainz Rodríguez ha sacado adelante lo sustancial del texto por él redactado. Anson, que tiene el primer borrador aprobado por Don Juan, solo advierte, aparte de varios matices, la supresión de una frase importante: “Como padre me siento en el deber de bendecir a mi hijo el Príncipe de Asturias y desearle que acierte en la decisión que he tomado.”

Sólo un historiador, Luis Suárez, ha calibrado el alcance del Manifiesto, una de las piezas magistrales en la estrategia global de Sainz Rodríguez. “Si se meditan cuidadosamente las palabras que en él se dicen –escribe Suárez-, podemos llegar a descubrir una profundidad de intenciones expuestas con gran inteligencia y habilidad que escaparon a los comentaristas coetáneos. La Dinastía Real, en el largo paréntesis de treinta y siete años, había contemplado como prioritarias dos misiones: conservar la unidad entre sus miembros sin repetir las divisiones de 1830, y proporcionar un candidato que pudiera ocupar el trono. Lo original, en este caso, era que no se manejaba un nombre sino dos, con alternativas diferentes: Don Juan no aceptaba la legalidad del procedimiento seguido para la restauración, pero se abstenía de alzar la bandera en contra de su hijo. En 1969, el objetivo fundamental, la restauración de la Monarquía, parece a punto de conseguirse puesto que Don Juan Carlos recibía el juramento de las Cortes. Pero Don Juan Carlos no abdicaba. Si la operación resultaba mal, cosa que los consejeros de Estoril afirmaban, y el Régimen de Franco era derribado antes o en el momento de la muerte de éste, se mantendría siempre la imagen de una Monarquía partitocrática y constituyente como propuesta de futuro.”


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