Infanta Beatriz , hija de Alfonso XIII, in memoriam (1909-2002)

La infanta Beatriz de Borbón y Battemberg, tía del Rey Juan Carlos, ha muerto el 22 de noviembre de 2002, a los 93 años, en Roma, ciudad donde residía.

Los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, que han permanecido en estrecho contacto durante las últimas semanas con la Infanta y su entorno, asistirán a las exequias que se celebrarán en la capital italiana.

Tercera de los cinco hijos de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, Beatriz de Borbón nació en el Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia) el 22 de junio de 1909. La Infanta llegó a Roma con la familia real española en su periplo en el exilio, tras la proclamación de la Segunda República en 1931, después de pasar por Fontainebleau, cerca de París, y la localidad norteña italiana de Rapallo.

En Roma, Beatriz de Borbón contrajo matrimonio en enero de 1935 con Alexandro Torlonia, príncipe di Civitella Cesi. Dado el carácter morganático de su matrimonio, renunció a su derechos dinásticos, haciéndolo constar en las capitulaciones matrimoniales. Hasta ese momento y debido a la renuncia a sus derechos dinásticos de sus hermanos mayores, Don Alfonso y Don Jaime, en junio de 1933, la infanta Beatriz era la segunda en la línea de sucesión, tras Don Juan, padre del Rey Juan Carlos.

La infanta Beatriz de Borbón tuvo cuatro hijos: Alejandra Torlonia, Marco Alfonso, Mariano y Olimpia.

En el ocaso de su vida, la Infanta declaraba: «Dios ha sido muy bueno con nosotros, y hemos tenido una vida feliz. Rodeados de personas queridas, haciendo familias unidas, conservando el cariño de los padres, de los hermanos, de los sobrinos, de los nietos... de los amigos. ¡Y ahora, disfrutando de los nietos! ¿Tristezas? ¡La grande, la inolvidable, dejar España! Lo demás es voluntad de Dios...»

Al apagarse con la Infanta Beatriz la descendencia inmediata de Alfonso XIII, se cierra un capítulo caracterizado por las renuncias, de la dinastía milenaria que, con distintos apellidos, pero de padres a hijos, sangre de Reyes, escribió junto al pueblo la Historia de España, desde la Reconquista a la Monarquía democrática actual.

ENTREVISTA REALIZADA A S.A.R LAINFANTA DOÑA BEATRIZ, POR LA REVISTA ¡HOLA! CON MOTIVO DE SU NOVENTA CUMPLEAÑOS.

Por Javier González de Vega y San Román, 8 de julio de 1999

Su Alteza Real doña Beatriz de Borbón y Battenberg, la mayor de las dos hijas de Sus Majestades los Reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, única descendiente viva de los seis hijos que tuvieron, nos recibe, con motivo de celebrar su noventa cumpleaños, en su residencia del Palazzo Torlonia, en pleno corazón de Roma.

Doña Beatriz, tía de Su Majestad el Rey don Juan Carlos, nació en el Real Sitio de la Granja de Sal Idelfonso (Segovia) el 22 de junio de 1909. Tras la salida de España de la Familia Real, en abril de 1931, el 14 de enero de 1935 se caso en Roma con Alessandro Torlonia, príncipe de Civitella-Cesi. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Sandra, Marco, Marino y Olimpia.

Dama de extraordinaria discreción, y haciendo honor a la suprema elegancia de su humildad, nunca hasta ahora había concedido una entrevista.

Doña Sandra, su hija nos recibe en el Palazzo: "¡Bienvenidos! Mamá ya esta lista y esperándoles. Esta encantada de recibirles, pero por favor, no la cansen demasiado. Yo les voy a tener que dejar solos con ella, porque tengo asuntos que atender. Creo que en la terraza estarán muy bien y, por supuesto, podrá hacer fotografías donde ella decida".

Un instante después, apoyada en su bastón, la fina silueta de la infanta, con su perfil heráldico, de águila real, y esa inimitable sonrisa heredada de su padre, el Rey Alfonso XII, avanza ligera y ágil hacia nosotros.

Apoyada levemente en mi brazo, me dirige a uno de los cómodos sillones del jardín mientras me dice: "No sabes lo contenta que estoy. Ayer por la tarde, mi sobrino el Rey, que vino a Roma a unos actos oficiales, busco un ratito para pasarlo conmigo. Estuvo, como siempre, entrañable y simpático". Y con un deje de emoción en la voz, añade: "Siempre agradezco que tanto él como la Reina sean tan cariñosos con esta vieja tía tan poco interesante".

AQUEL 14 DE ABRIL

Después, al darnos los álbumes de fotografías familiares, cuidadosamente anotados y fechados para que reprodujéramos las fotografías que consideremos interesantes, me dice: "Sigo sin entender tu interés por entrevistarme". "Señora -le contestó- , es que no todos los días una infanta de España cumple noventa años…" Y entonces, con una sonrisa de picara bondad, responde: "¡Pues ni en eso soy excepcional, porque la tía Eulalia duro hasta los noventa y cuatro años y su hijo el infante don Alfonso de Orleáns, tío Ali, llego casi hasta los noventa y cinco…! Pero, en fin, ahí tienes material donde escoger. Yo he sido siempre 'la reportera' de la familia y tenia muchísimos álbumes de fotos muy bien organizados desde que éramos pequeños. Figurate que cuando nos tuvimos que marchar de España, mama nos dijo a mi hermana, Crista, y a mí que nos convenía que pensaran que nos llevábamos cosas y que solo podíamos tener cada una, una maleta yo llene la mía casi entera con mis fotografías…Por desgracia, cuando el fuego de esta casa, aunque la pobre Sandra casi se jugo la vida intentando que no se quemara mi colección, solo pudo salvar dos álbumes de antes del treinta y uno".

-Señora, de aquella salida tan dramática, ¿Qué es lo que mas impresiono a Vuestra Alteza?

-¡Todo fue muy triste! Pero hay algo que todavía, casi setenta años después, recuerdo como si lo tuviera viendo. El catorce de abril ya sentíamos que las osas estaban muy mal. Papá estuvo reunido con el Gobierno y con los ex presidentes y no almorzó con nosotros. A mí, como me pasaba siempre que tenia una preocupación grande, me dio un sueño tremendo y me quede dormida. Pero como a las ocho, mamá nos hizo llamar por la condesa del Puerto a Crista y a mí y nos reunimos todos en la salita donde se tomaba el té. Papá estaba abajo, despidiéndose de mi pobre hermano Alfonso, que tenía una de sus crisis y no estaba nada bien. Cuando subió, nos dijo: "Mirad, yo soy el Rey de todos los españoles y no quiero poner al Ejercito unos contra otros. No puedo admitir que por mi causa hay sangra. Las elecciones han ido mal y me dicen que como solo están contra mí, si me marcho en seguida me garantizan que a vosotros no os pasara nada y os marcharéis mañana. Y yo les creo. Quiero todavía deciros una cosa: ahora, cuñado salga, ¡no quiero lagrimas!". Intento sonreír, nos beso y salio a la galería. Estaban los alabarderos formados y al presentar armas, todos a una, echaron el brazo izquierdo hacia la cara para taparse los ojos… ¡Y eran todos hombres hechos y derechos, de treinta o treinta y cinco años, porque los que hacían la guardia eran sargentos! Y mi padre, impertérrito, sin pararse, avanzando con los ojos llenos de lágrimas, sin mirar a derecha o izquierda… Lo estoy contando y me emociono, porque es como si tuviese la imagen delante…

-Aquella noche pasarían mucho miedo.

-Bueno, creo que menos que cuando la sublevación de Cuatro Vientos, en diciembre de mil novecientos treinta, cuando Ramón Franco , el aviador, amenazo con bombardear palacio y vimos pasar el avión por encima una vez y otra sin poder hacer nada. El catorce de abril también fue tremendo. Toda la noche estuvimos en el cuarto de mamá, que daba a la calle de Bailén, por el lado donde hay menos altura, oyendo pasar camiones, taxis y gentes andando que gritaban: "¡Dos caerán, dos caerán!". Porque en diciembre habían fusilado a Galán y García Hernández, que se habían sublevado en Jaca… ¡Tengo aquel estribillo metido en la cabeza! También era terrible ver la plaza de la Armería, que solo se utilizaba para el cambio de guardia y las paradas militares, con camiones dando vueltas, cargados de hombres y mujeres gritando. A Crista y a mi nos impresiono mucho ver un taxi con un retrato enorme de papá con un cuchillo, este de verdad, clavado en el cuello…¡Gracias a Dios mamá no lo vio!

RECUERDOS DE SU INFANCIA

La infanta se ha ido ensombreciendo y para cambiar su estado de ánimo acudo al recurso de preguntar por su infancia.

-¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de su vida?

-Una cosa rarísima de cuando tenía cinco años. Lo veo como si fuera hoy. Estábamos en La Granja, donde hasta mis nueve años pasábamos dos meses al principio del verano, y recuerdo como salí con mamá a caballo. Estaba con nosotros el picador que se llamaba Corona y me llevaba de la guindaleta. Yo iba feliz, porque como mamá era una amazona estupenda, nosotros aprendimos a montar a caballo casi desde que nacimos, de las dos maneras, a lo amazonas y a horcadas. Siempre disfrutábamos muchísimo con los caballos y yo monte hasta que me rompí el fémur en mil novecientos setenta y tres de un modo tan tonto. Como cuando vivíamos en palacio las distancias eran tan enormes, cada vez que nos mandaban a un recado íbamos corriendo. A mi, como siempre iba a todo meter, en la familia me llamaban el galgo… Ya aquí, en Roma, siempre iba de un lado a otro como alma que lleva el diablo. ¡Todavía en mil novecientos setenta y dos le gane una carrera a mi nieto! En una de esas, pise una alfombra que había al lado del ascensor, que se convirtió en alfombra voladora… y me rompí la pierna… ¡y se acabo el galgo! He tenido siete operaciones, algunas con más éxito que otras, con recuperaciones muy largas que me han impedido estar en muchos momentos importantes de la familia. Pero me propuse hacer lo que fuese para no estar atada a un sillón de ruedas, y con mi bastón, sigo yendo de una lado para otro.

-¿En palacio hacían vida familiar o se sentían diferentes a otros niños?

-No nos sentíamos diferentes ni lo éramos. Tuvimos una educación muy sencilla, porque papá y mamá querían que fuese así. Teníamos, además, una disciplina mucho mayor que la que de los niños de ahora. Eso si, que nos daban tratamiento, pero como estábamos acostumbrados desde pequeños, lo teníamos como algo natural. Las horas de las lecciones eran bastante estrictas, pero creo que así pasaba en muchas familias. Teníamos primos y amigos, salíamos al campo, sobre todo a la Zarzuela; montábamos a caballo casi todos los días en la Casa de Campo… y también íbamos a sitios, sobre todo con mamá y la abuela. Veíamos mas a mamá que a papá, porque el tenia menos tiempo. De todos modos, siempre íbamos a verle por la mañana y por la tarde. Por la mañana era solo un cuarto fue hora. Íbamos siempre por parejas: Alfonso y Jaime, Crista y Yo, Juan y Gonzalo. En cada pareja había un madrileño y un segoviano: Alfonso, Crista y Gonzalo habían nacido en palacio, y Jaime, yo y Juan, en La Granja, los tres en junio, el veintidós, el veintitrés y el veinte. Papá se sentía muy militar y le gustaba la disciplina, así que si íbamos con el que no correspondía, le molestaba y nos decía: "¡Para atrás!". Y había que buscar al compañero.

"MI MADRE ERA MUY ALEGRE"

-¿Qué recuerdos de aquella época tiene de su madre?

-Mi madre era muy alegre, muy leal y muy familiar. Su abuela, la Reina Victoria, permitió que su hija pequeña, Beatriz, se casara con el príncipe Enrique de Battenberg a condición de que se quedaran a vivir con ella. Así que mi madre, desde que nació hasta los catorce años, cuando se murió la Reina Victoria, vivió siempre con ella. Era una familia muy grande y tenía muchísimos primos y primas casi de su edad… Cuando se caso, entro inmediatamente en la familia, y siempre se llevo divinamente con todos. Hasta la tía Eulalia, que era muy divertida y muy inteligente, pero que tenía una lengua muy afilada, siempre la quiso y la respeto…. Mamá decidió que los domingos por la noche vinieran a cenar todos los de la familia que estuvieran en Madrid. Y nosotros estábamos encantados. Es una pena que hubiera gente que pensaba que era altanera, porque era la sencillez misma; lo que pasa es que tenia un porte tan magnifico, que en los actos públicos impresionaba. Luego, ya en el exilio, todos sus nietos, que la llamaban "Guenguen", como ella a u abuela y nosotros a la nuestra, la adoraban y siempre estaban felices de estar con ella…

-¿En que idioma hablaban en palacio?

-Con mamá, en ingles, y con papá y la abuela en español. La abuela nunca hablo en alemán con sus hijos ni con nosotros, y fue una pena, porque aunque hubo una temporada en que todos teníamos una alemana que nos daba clases tres días por semana, ni papá ni nosotros lo hablamos nunca bien. Y fuera de España, cuando fuimos en los veranos a Austria, lo cogimos un poco más, sobre todo Crista, que era listísima y lo pescó en seguida. La única que hablaba alemán con Bama, que es como llamábamos a la abuela, la Reina Cristina, era mamá, que lo hablaba desde que nació y que lo dominaba como el francés, que fue el idioma con el que llevo el noviazgo con papá y el que utilizo en España hasta que en seguida aprendió el español. Lo hablaba muy bien, aunque tenía palabras que se le travesaban. Por ejemplo, nunca supo decir Luis, lo pronunciaba Lues, y aunque nos reíamos de ella, no hubo forma. Nosotros, el francés si lo aprendimos desde que yo tenía ocho años, porque teníamos una institutriz francesa y otra inglesa y cada día hablábamos en un idioma.

"A TIA ISABEL, 'LA CHATA', LA VEIAMOS CONTINUAMENTE".

-¿Vuestras Altezas conocieron a personajes que ahora parecen como de un pasado remoto, como las infantas hijas de Isabel II, tía del Rey?

-¡Ah, claro! Eran tías nuestras y las queríamos mucho. A tía Isabel, 'La Chata', la veíamos continuamente. ¡Era el perno de la familia! Adoraba a mi padre, siempre ayudo mucho y fue muy leal con Bama y nos quería muchísimo a todos. La tía Paz, era buenísima, pero como vivía en Munich, venia menos. La tía Eulalia pasaba temporadas, entre viaje y viaje por toda Europa. Era una mujer muy divertida, con mucho 'charme', muy cosmopolita, y a sus hermanas las encontraba anticuadas y pasadas. Su hijo, el tío Ali, se caso con la tía Beatriz, Bee, prima hermana de mamá, y a los dos los queríamos también muchísimo. La tía Bee, cuando se caso, no quiso cambiar de religión, porque no estaba convencida del todo, y entonces la boda fue mixta. En aquellos tiempos provoco un poco de problema. Muchos años mas tarde se hizo católica y era religiosísima.

-¿Había algún tema que interesase a Vuestras Altezas especialmente?

-Si, la Historia. Aunque hasta que fuimos mayores comíamos aparte, los domingos, las fiestas, los días de los santos y cumpleaños, nos encantaba oír hablar en la mesa. La tía Isabel sabía muchísima Historia y era, además, interesantísimo oírla. Mi padre tenía una memoria enorme y mi madre, no hablemos. Además, estaban empollados en Historia…. Y Bama, la abuela, se sabía todo sobre Austria. Cuando se tiraban la pelota unos a otros, aprendíamos, sin querer, y con mucho gusto. Las institutrices decían que no valía la pena que nos enseñaran esa materia, porque sabíamos más que ellas…

-¿Tenían Vuestras Altezas amigos fuera de la aristocracia?

-¡Claro que si! Aparte de los hijos de algunos de los grandes que habían servicio en palacio, había otros hijos de gente bien educada e interesante que eran amigos de la abuela o de mis padres. Además, muchos de ellos los hemos conservado durante toda la vida. Lo que no nos gusto nunca fue la gente 'snob' o pretenciosa. Auque a veces, que dios me perdone, nos reíamos de ellos…

LOS VERANOS EN EL PALACIO DE LA MAGDALENA

-¿Qué supuso Santander para la Familia Real?

-¡Era el paraíso! había mucha mas libertad, menos lecciones, visitas de parientes, caballos, tenis… y el mar. Debo insistir en que fuimos niños muy felices. Teníamos una educación muy estricta, que cada día agradezco a mis padres… Ahora existe la tontería de llamara crueldad a la disciplina… y ni los niños son mas felices, ni quieren mas a sus padres, ni se hacen mejores. En el palacio de la Magdalena vivíamos de un modo muy sencillo, y como era un poco de estilo ingles y mamá veía el Cantábrico, se sentía en su niñez otra vez. Le gustaba el modo de hablar de la gente, y cuando hablaba de la Magdalena, la llamaba 'mi casuca'. Además, la gente se acostumbro a vernos ir y venir y era todo muy natural. Desde que fuimos mayores íbamos desde allí, el veinticuatro de julio, a San Sebastián a pasar el día de su santo con la abuela en Miramar. Y allí también veíamos a muchos amigos.

-¿Vuestra Alteza se daba cuenta de que las cosas en España se hacían difíciles?

-Pues si, desde el invierno del año veintiocho la abuela estaba preocupada. Aunque nunca se metió en política, como era muy curiosa y hablaba con mucha gente, se enteraba de todo. Ya, en Sevilla, papá nos había dicho a todos que fuésemos como una piña, porque podía haber amenaza de atentado… Yo tenia mas una intuición que una certeza, porque jamás hablábamos de política con nadie. Hay un caso queme acuerdo. Como íbamos a la Cruz Roja, que había fundado mamá, a trabajar, hablábamos con muchos enfermos. Solo se hablaba de su problema y no se les podía dar dinero, porque se hacia de un modo organizado, y lo que se les facilitaba era un volante con el que iban a la farmacia de Cuatro Caminos, muy cerca del hospital de Santa Adela, y allí, a cambio de muy poco dinero, les daban las medicinas. En el año veintinueve a mi me toco ocuparme de un obrero que tenia una rodilla machacada. Cuando le di el papelito para la farmacia me dijo: "No se si podré pagar las medicinas, porque estoy haciendo economías para la huelga de la semana que viene". Yo, ingenuamente, le pregunte: "¿Y porque tiene que ir si no quiere?". Y me contesto: "Porque si no voy no se lo que me puede pasar. Mire como me dejaron la rodilla de la paliza que me dieron por no ir a la huela anterior. La próxima vez pueden matarme…". ¡Aquello me impresiono muchísimo! Un día, ya en el treinta, fuimos Crista y yo con Alfonso nuestro hermano, a un partido de fútbol y abuchearon a la Marcha Real, que ya había dejado de tocarse en los teatros al final de la representación…. En fin, todo se iba haciendo muy desagradable para nosotros, que, sin embargo, intentábamos seguir la vida normal. Para papá, España lo era todo. Nos habría visto muertos a todos antes de hacer nada contra España. Y a todos nos educo de la misma manera. ¡Auque llevo más de sesenta y cinco años en Italia, todavía pienso en español y cada día rezo por España!

-¿Qué supuso para la familia salir de España al exilio?

-¡Un sufrimiento horrible! A nosotros no nos importaba nada la posición, pero nos dolía mucho pensar que los españoles no nos querían como nosotros a ellos…además, dejábamos atrás todo: país, afectos, amigos… Ya en Fontainebleau, cada vez que alguien venia a vernos, al marcharse era como si nos diesen una puñalada. ¡Ellos se volvían a nuestra España del alma y nosotros seguíamos fuera! Gracias a Dios, éramos jóvenes y teníamos la idea de mamá de que no podía uno dejarse abatir mas de lo inevitable, porque había muchas personas que sufrían mucho mas y, quizá sin tener nuestras compensaciones. ¡Hasta en los peores momentos hay algo por lo que agradecer a Dios!

AMORES Y BODAS

-Muchas veces se ha dicho que Vuestras Altezas hicieron malas bodas. ¿Influyo en eso el que estuvieran exiliadas?

-¡Yo creo que tanto mi hermana como yo hicimos bodas estupendas! La sangre real estaba muy mezclada, muy debilitada, y con nuestros maridos entro sangre nueva y sana. Siempre tuvimos, eso si, la preocupación de si podíamos trasmitir la hemofilia, y se lo decíamos a los posibles "novios". Algunos se escapaban… y era mejor así. Cuando estábamos en España se hablo de casarnos con nuestros primos Álvaro y Alfonso, hijos del tío Ali y la tía Bee, pero nunca hubo nada serio. Luego el pobre Alfonso murió en la guerra civil y Álvaro se caso con Carla Parodi, que se murió hace muy poco…

-El año mil novecientos treinta y cinco fue un año de bodas. En enero se caso Vuestra Alteza; en mayo, don Jaime y en octubre, don Juan.

-¡Fue la ruina para el pobre papá! El catorce de enero me case yo con Alessandro, y vinieron muchísimos españoles. Tuvimos un viaje de novios muy corto, porque e a primero de marzo ya estábamos de regreso a Roma para la boda de Jaime y Emanuela. Fuimos primero a París, donde vimos al pobre Alfonso, que nos encargo a Edelmira, su mujer, en Miami, y le dijéremos que el la seguía queriendo y esperando… La pobre era muy cariñosa, pero no supo afrontar ni comprender los terribles problemas de salud de mi hermano. En América vimos a la familia de mi suegra y todo fue lo normal en un viaje de novios. Nada especialmente o interesante… Volvimos en el "Bremen", un barco alemana que hacia Nueva York- Cherburgo, y nos cogio la cola de un tifón. ¡Nunca he visto olas más espantosas! El barco estuvo en peligro de hundirse… nosotros tomamos ese barco en vez del "Conde de Saboya", porque este iba a Nápoles y tardaba tres o cinco días mas. A Emanuela la conocimos porque su madre era amiga de papá, y todos la recibimos muy bien. Pero la boda que nos encanto fue la de Juan. ¡Con María todo fue muy fácil! La queríamos como a una hermana desde siempre. Ella adoraba a mis padres y ellos la correspondían. Además, papá quería y respetaba muchísimo al tío Nino, el infante don Carlos y mamá y la tía Luisa se llevaban divinamente. Luego Emanuela, María y yo tuvimos casi a la vez a Alfonso, a Pilar y a Sandra, y en Roma nos veíamos mucho. ¡Los tres niños fueron los que alcanzaron a llamar abuelito al pobre papá!

-¿Cómo influyo la guerra mundial en la vida de la Familia Real?

-Para empezar, mamá, que pasaba mucho tiempo en Inglaterra con su madre, porque ya no estaba nada bien, se vino a Londres a Suiza e Italia, porque Inglaterra se había puesto carísima para vivir y porque temía quedarse aislada de nosotros. Después de la muerte de papá, a Hitler se le metió en la cabeza que mamá era ¡una espía inglesa! Y que había que expulsarla de Italia…Era absurdo, porque ella nunca se metió en política, pero Mussolini mando que se fuera. Nadie la defendió y no hubo nada que hacer… Se instalo en el Hotel Royal, de Laussanne, hasta que se compro "Vieille Fontaine", que con su buen gusto lo puso que era una delicia. Poco a poco nos reunimos allí todos los hermanos, unos en el hotel; otros, en casas alquiladas, y debo decir que fue una etapa estupenda, porque mama nos unía a todos. No hubo ni un roce, y los nietos adoraban a mi madre, que les entretenía muchísimo. Era una mujer cultísima, que leía constantemente en ingles, alemán, francés, español, etcétera.

DE REGRESO A ESPAÑA

-¿Y cuando volvió Vuestra Alteza a España, por primera vez?

-¡El veinticinco de agosto de mil novecientos cincuenta! Habíamos pasado todo el mes en Portugal con María y Juan y yo había escrito a Franco para pedirle permiso para venir a España a ocuparme de saber lo que tenia y arreglar las cosas. Me lo concedieron, y con Alessandro y Sandra, fuimos en avión desde Lisboa… ¡La emoción de llegar a España después de tantos años…y con los amigos esperándonos en el aeropuerto! Vivimos en el Ritz, pero se organizo un cisco y me echaron a los ocho días. Una tarde, los taxistas se enteraron que estaba allí y quisieron saludarme. Entro mucha gente, toda amabilísima, del pueblo, y mientras gritaron "¡Viva la madre que te parió!"Y cosas así todo fue bien. Pero hubo alguien que, seguramente con la mejor voluntad, meto la pata y grito "¡Viva el Rey!". En seguida se presento un señor del Ministerio de Asuntos Exteriores y me dijo que me tenía que ir, porque había organizado un mitin político. Yo le conocía, porque en tiempos había trabajado en la secretaria de mi padre, y le dije: "¡Pobre de mi, yo no me he interesado nada en política y no sabría ni como empezar!". No hubo forma. Aunque Iñigo, el duque del Infantado, que era militar, llamo para protestar al ministro, no dieron su brazo a torcer. Antes habíamos ido a los toros, aun palco y me habían brindado un toro. Cuando tenía que devolver la montera, que pesa una barbaridad, no sabía como hacerlo. Entonces Carlos Satrústegui, un amigo de siempre, que estaba a mi lado, me dijo "Acuérdate de cómo se da un buen revés en el tenis". Hice caso: la montera llego al ruedo y me ovacionaron… Para evitar problemas, me fui en seguida de la plaza. De todos modos, valió la pena la visita, porque puede volver a La Granja, donde me recibieron con tanto cariño, todo el pueblo en la calle, y también a zaragozana la Virgen del Pilar. Antes de volver a pasar la frontera almorzamos en Lezcano, porque nos habían prohibido hacerlo en San Sebastián… y fue peor, porque la gente se entero, cerraron las tiendas antes y salieron a saludarnos a la carretera. No porque yo fuese importante, sino porque era la hija del Rey, y como la realidad nunca es como se sueña, quizá muchos de los que recibieron la Republica como si fuese una panacea después se desilusionaron.

"QUIERO ENORMEMENTE A SOFIA Y LA ADMIRO MUCHISIMO".

-¿Cómo fue la relación con sus hermanos y sobrinos durante el exilio de Estoril?

-Magnifica. Nos hemos querido siempre muchísimo. Todos me emociona con sus detalles de cariño con migo. En los años cincuenta, en verano, hacían un crucero por le Mediterráneo en el "Saltillo", aquel barquito que tan felices les hizo, y solían para en Rapallo, donde mi hermana y Enrique Marone, su marido, tenían una casa preciosa sobre un pinar magnifico y el mar. Procurábamos reunirnos allí y disfrutábamos muchísimo. En el cincuenta y ocho, para la puesta de largo de Tla, hija mayor de Crista, se hizo una fiesta estupenda y vino también mamá. Y primos y amigos de todas partes.

-Señora, ¿conocía Vuestra Alteza a la princesa Sofía de Grecia?

-Hasta que se hizo novia de Juanito, yo casi no sabia de su existencia. Luego cuando la conocí en Lausanne, ya me gusto mucho. Es inteligente, alegre, bien educada, cariñosa y con un gran corazón. Yo la quiero enormemente y la admiro muchísimo. No cabe mejor relación. Han hecho una familia unidísima y feliz y ha evitado camarillas, que tanto daño hicieron a mis padres. Como reina no se podía esperar nada mejor. Se ha dado en cuerpo y alma a España y tiene una dedicación absoluta cumplir, sin excepción, todas las obligaciones que acepta. Gracias a Dios, tiene una magnifica salud y una curiosidad intelectual que hace que todo le interese. A mi me sorprende que para ella Grecia es ya algo muy intimo y profundo, pero que ya no influye en su manera de vivir ni de actuar. Del resto de la familia, que te voy a decir. Todos, empezando por el rey, me tratan con tanto cariño, que me emociona… Mí cuñada me quiere muchísimo, como yo a ella. No es que y tengamos el mismo carácter, pero llevamos toda la vida tratándonos como hermanas… Siempre habla de mi con muchísimo cariño, y de verdad, no lo merezco, porque mi hermana si valía una barbaridad, pero yo no valgo nada…Muchas veces pienso que he hecho muy poco por los demás, aunque, eso sí, creo que nunca he hecho daño a nadie… ¡Pero eso no es bastante!

"HEMOS TENIDO UNA VIDA FELIZ"

-Haciendo una balance de su vida. ¿Ha tenido más alegrías o más penas?

-¡Dios ha sido muy bueno con nosotros y hemos tenido una vida feliz! Rodeados de personas queridas, haciendo familias unidas, conservando el cariño de los padres, de los hermanos, de los sobrinos, de los nietos… de los amigos. ¡Y ahora disfrutando de los biznietos! ¿Tristezas? ¡La grande, la inolvidable, dejar España! Lo demás es voluntad de Dios… Yo he perdido hijo, marido, padres, hermanos, algunas veces en circunstancias muy tristes, pero hay muchísimas personas que ha pasado por esas desgracias y no han tenido, en cambio, las alegrías que he tenido yo, y que sigo teniendo, con el cariño y el cuidado de todos los míos que me hacen la vida fácil. Además, yo no espero ya nada, y aprovecho y disfruto de cualquier cosa agradable e inesperada…Necesito muy poco para ser feliz.

-¿Qué ha supuesto la fe en la vida de Vuestra Alteza?

-Una enorme tranquilidad. Nunca he sido una beata, porque no me gusta dar la lata a Dios. Pero le tengo siempre presente. Le tengo un infinito agradecimiento, porque nunca me ha fallado, ¡y me ha dado tanto! Aunque se que no soy buena, que no valgo nada, que no estoy todo el día rezando, tengo una fe muy grande y la confianza, la seguridad, de que siempre estamos en las manos de Dios. Yo se que ya tengo para poco y mas que nunca pienso en la muerte. Sin miedo ninguno. Y pido a Dios que me de una muerte fácil, rápida, sin molestar a nadie… Como la de mi hermana del alma, que, además, tuvo con ella a sus cuatro hijas…