En la madrugada del 27 de mayo de 2003 un avión ucraniano que
trasladaba a casa 62 militares españoles destinados en Afganistán
para misiones de paz, se estrelló en Turquía pereciendo
todos sus ocupantes.
España ha tributado un sentido homenaje a los 40 miembros del
Ejército de Tierra, 21 del Ejército del Aire y uno de
la Guardia Civil.
El Rey y el Príncipe, como dos soldados más y la Reina,
con los ojos nublados por las lágrimas, consolaban a las familias
de los que dieron su vida cuando regresaban a casa después de
cuatro meses en misión humanitaria lejos de la Patria. Porque
esa es la misión primordial del Éjército hoy, servir
a la Nación y facilitar la paz allí donde está
en peligro enarbolando la bandera española como garantía
de libertad.
Dios sabe que estos hombres han cumplido fielmente con su deber y son
merecedores de la inscripción dedicada al soldado desconocido:
"Honor y gloria a los que dieron su vida por la Patria". Hoy,
al contemplar los 62 féretros cubiertos por la bandera Nacional
la emoción se ha mezclado con una mezcla de orgullo y agradecimiento
hacia todos aquellos soldados, hombres y mujeres anónimos que
dedican sus vidas al mantenimiento de la paz, la libertad, la seguridad
y la independencia de España.
RESPETO POR 62 SOLDADOS NUESTROS
Luis Alejandre
General y jefe del Estado Mayor del Ejército
Me piden una reflexión tras el accidente de Trebisonda (Turquía)
en el que murieron 62 soldados nuestros, junto a 12 ucranianos que formaban
la tripulación del Yakovlev 42. Digo nuestros, porque los 40
componentes del Ejército de Tierra, los 21 del Ejército
del Aire y el de la Guardia Civil son parte de nuestra vida, de nuestra
esencia, de nuestros pueblos, de nuestra sociedad.
Escribo, por el respeto que le tengo al medio, a su dirección
y a Barcelona. Escribo por el respeto que les debo a estos hombres que,
asumiendo riesgos, eligiendo como dicen nuestras ordenanzas "los
lugares de mayor riesgo y fatiga" encontraron la muerte a tres
horas del merecido descanso, del abrazo familiar, del encuentro con
el amigo o del hijo nacido en la ausencia. Porque cuatro meses alejado
de todo nuestro entorno dan para mucho. Se llevan, porque se convive
en equipo, el grupo actúa de "compensador emocional",
y porque la familia y los amigos que "cubren la retaguardia"
son excepcionales.
Al escribir estas líneas, aprovechando estas horas de insomnio,
se entremezclan mis experiencias, mis responsabilidades y los testimonios
de los familiares con los que hablé ayer. La mayoría,
esposas, pues el contingente accidentado era totalmente masculino y,
por su edad, casi todos cuadros de mandos. No tengo palabras que me
permitan explicar su entereza. Sólo mi emocionado respeto puede
ponerme a su altura.
Quisiera unir a nuestro dolor el recuerdo de la tripulación ucraniana.
También volaban al servicio de una agencia de la OTAN en una
geografía bien conocida por ellos. En esta madrugada del martes
27, sólo cabe en mi mente la voluntad de seguir trabajando, de
asumir el mando como compromiso de servicio, y el emocionado recuerdo
a estos hombres que, fieles al juramento a su bandera, dejaron su vida
en una fría madrugada cerca del Mar Negro.
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