101 AÑOS DE SERVICIO


El mundo llora la muerte de la Reina Madre









La reina madre, la más entrañable y querida de los Windsor, falleció el 30 de marzo de 2002 a los 101 años, apenas dos meses después de la muerte de su hija la princesa Margarita. Centenares de personas se congregaron a la caída del sol a las puertas del palacio de Buckingham, para rendirle el último tributo.

La muerte, según un comunicado de la casa real, le sobrevino a las 3.15 de la tarde mientras dormía plácidamente en el castillo de Windsor, acompañada de la reina Isabel. La triste noticia sorprendió al príncipe Carlos, heredero de la corona, esquiando en los Alpes, en compañía de sus hijos, Enrique y Guillermo. Inmediatamente inciaron los preparativos de su regreso.

Dura como un roble durante una vida llena de golpes y turbulencias, y más larga que la de ningún otro monarca en la historia del país, la reina madre se encontraba muy delicada de salud desde las pasadas Navidades, con una tos y un catarro pulmonar que no conseguía sacudirse.

Sus apariciones públicas habían desaparecido por completo, y se encontraba bajo constante supervisión médica. El primer ministro Tony Blair dio el pésame oficial de la nación desde su residencia de fin de semana en Chequers, alabando en un comunicado la decencia y el valor de la reina madre a lo largo de una vida larga y extraordinaria, marcada por el sentido de la responsabilidad y el deber.

El líder conservador Iain Duncan Smith y la baronesa Thatcher se sumaron a los tributos.
La bandera de la Union Jack ondeaba anoche a media asta en lo alto del palacio de Buckingham, en señal de duelo, a pesar de que ningún miembro de la familia real se encontraba presente.
Una multitud de súbditos de la corona y turistas comentaban la noticia delante de la verja dorada, mientras los soldados permanecían firmes e inmutables en sus casacas rojas.

Nacida con las primeras luces del siglo XX, la reina madre fue el símbolo mismo de los cambios en la sociedad y la monarquía británicas a lo largo de los últimos cien años, contemplando desde una plataforma única el ocaso del imperio y el final de la edad de la inocencia en las relaciones entre la corona y sus súbditos.

Pero mientras sus nietos Carlos, Eduardo y Andrés, y su hija Margarita, se convertían en símbolo de la crisis de los Windsor con sus divorcios y escándalos, ella gozó de una popularidad cada vez mayor. El país admiraba su entereza, su pasión por los caballos, incluso su afición a un gin tonic ocasional.

Nacida Elizabeth Bowes-Lyon, novena de los diez hijos de lord y lady Glamis, la joven duquesa de York dio un toque de gracia y glamour a los difíciles años de la depresión. En una fiesta de alto copete conoció al príncipe Alberto, casándose al poco tiempo y sin imaginar que en mayo de 1937 se convertiría en el rey Jorge VI.

Enseguida estalló la Segunda Guerra Mundial, y la joven reina tuvo que demostrar todo su coraje y entereza permaneciendo en Londres durante los bombardeos nazis, al lado de los ciudadanos.




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