Uno de los aspectos más característicos de la historia antigua de España es
la sucesión de oleadas de diferentes pueblos que se extendieron por toda la
Península. Los primeros en llegar fueron los íberos, un pueblo del norte de
África. Después llegaron los celtas, un pueblo típicamente ario, y de la
fusión de los dos surgió una nueva etnia, los celtíberos, que se agruparon
en varias tribus (cántabros, astures, lusitanos) que dieron nombre a sus
respectivos territorios. Los siguientes en llegar, atraídos por la riqueza
minera, fueron los fenicios, que fundaron varias plazas comerciales a lo
largo de la costa, la más importante de las cuales fue Cádiz. Después
vinieron los griegos, que fundaron varias ciudades, entre las que se
encontraban Rosas, Ampurias y Sagunto. En su lucha contra los griegos, los
fenicios llamaron a los cartagineses, quienes a las órdenes de Amílcar
Barca, se apoderaron de la mayor parte de España. Fue en esta época cuando
Roma inició una disputa fronteriza en defensa de las zonas de influencia
griega: Y así comenzó en la Península la segunda guerra púnica,
que decidió el destino del mundo de entonces. Tras la victoria de Roma, Publio
Escipión, "El Africano", comenzó la conquista de España, que iba a estar
bajo dominio de Roma durante seis siglos.
Una vez que la Península fue completamente sometida, hubo una romanización
de gran magnitud, Roma legó a España cuatro grandes instituciones sociales: la lengua latina,
el Derecho romano, los municipios y la religión cristiana así como una huella
cultural inborrable con el paso de los siglos.
Tras la caída del Imperio Romano los suevos, los vándalos y los alanos
entraron en España, pero fueron derrotados por los visigodos, que a finales
del siglo VI ocuparon prácticamente toda la Península.
A comienzos del siglo VIII los árabes se introdujeron por el sur.
Conquistaron el país rápidamente excepto un pequeño baluarte del norte que
se convertiría en el punto de partida para el inicio de la Reconquista con la victoria de
Don Pelayo sobre el ejército musulmán en Covadonga (718), que no
culminó hasta ocho siglos más tarde. La época de dominación musulmana se
divide en tres periodos: el Emirato (del 711 al 756), el Califato
(756-1031) y los Reinos de Taifas (pequeños reinos independientes)(1031-1492).
El matrimonio de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando
de Aragón, preparó el camino para la unión de los dos reinos y marcó
el comienzo de un período de creciente éxito para España ya que durante su
reinado, Granada, la última fortaleza de los árabes en España, fue
conquistada y a la vez, en el mismo año histórico de 1492, las carabelas
enviadas por la Corona de Castilla bajo el mando de Cristóbal Colón
descubrieron América. Las Islas Canarias se convirtieron en territorio
español (1495), se afirmó la hegemonía de España en el Mediterráneo
en detrimento de Francia con la Conquista del Reino de Nápoles, y Navarra se
incorporó a la Corona.
Los dos siglos siguientes, el XVI y el XVII, fueron testigos de la
construcción y el apogeo del Imperio Español, a resultas de lo cual, el
país se convirtió en la primera potencia del mundo bajo la época de los
Austrias y la política europea giró en torno a él.
La Guerra de Sucesión a la Corona de España (1701-1714) marcó el fin de la
dinastía de los Habsburgo y el comienzo de los Borbones. El Tratado de
Utrecht de 1713 formalizó la ocupación británica del Peñón
de Gibraltar, dando lugar a una situación colonial anacrónica que todavía persiste hoy y
constituye la única disputa entre España y el Reino Unido.
En 1808 José Bonaparte se instaló en el trono de España tras la invasión
napoleónica, aunque la fiera resistencia del pueblo culminó con la
restauración de los Borbones en la persona de Fernando VII.
En 1873 el breve reinado de Amadeo de Savoya terminó con su abdicación y se
proclamó la I República. Sin embargo, un pronunciamiento militar restauró
la Monarquía en 1875 y Alfonso XII fue proclamado rey de España. Su hijo
Alfonso XIII le sucedió en 1886, aunque su madre, la reina María Cristina de
Habsburgo actuó como Regente hasta 1902, cuando fue coronado el Rey.
Antes de esto una breve guerra contra Estados Unidos concluyó con la
pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898, completando así la
disolución del Imperio Español.
En las elecciones municipales de 12 de abril de 1931 en
las grandes ciudades españolas, los candidatos que apoyaban la
Monarquía habían sido derrotados. En las circunscripciones
rurales los monárquicos obtuvieron suficiente poder como para asegurarse
una mayoría en el conjunto de la nación. En la noche del día siguiente a las elecciones se congregaron en
las calles de Madrid grandes multitudes. Los amigos en los que el Rey
más confiaba le aconsejaron que abandonara la capital sin demora para
evitar un baño de sangre. En consecuencia Alfonso XIII se marchó de España
y se estableció la Segunda República el 14 de abril de 1931. A lo largo de
sus cinco años de vida atravesó por todo tipo de conflictos políticos,
económicos, y sociales, que inexorablemente dividieron a la opinión en dos
partes irreconciliables. El clima de violencia creciente culminó el 18 de
julio de 1936 con un levantamiento militar que condujo a una trágica guerra
civil que no terminó hasta tres años más tarde.
El 1 de octubre de 1936 el general Franco se aupó al poder como Jefe del
Estado y comandante supremo de los ejércitos. El Estado Español se embarcó
en un periodo de cuarenta años de dictadura, durante la cual la vida
política del país se caracterizó por la ilegalidad de todos los partidos
políticos con la excepción del Movimiento Nacional. Franco murió en 1975
poniendo fin a un periodo de la historia de España y abriendo camino a la
restauración de la Monarquía con la subida al trono del actual Rey de
España, Juan Carlos I de Borbón y Borbón.
La labranza de los pueblos para la libertad exige agotadoras jornadas de
tenacidad y equilibrio. Lento es el germinar de la convivencia libre.
El joven Rey da las medidas con creces del Monarca moderno y prudente y
se estableció pronto como un resuelto motor del cambio
hacia una democracia de estilo occidental a través de un cuidadoso proceso
de reforma política que derogó las estructuras legales del franquismo.
Aldolfo Suárez, Presidente del segundo gobierno de la Monarquía (julio de
1976) condujo con determinación y destreza con la ayuda, ciertamente, de un
amplio consenso social, la llamada transición a la democracia que, después
de atravesar diversas etapas (reconocimiento de las libertades
fundamentales, partidos políticos, incluido el Partido Comunista, los
sindicatos, una amnistía de los delitos políticos, etc.), culminó con las
primeras elecciones parlamentarias democráticas en 41 años el 15 de junio
de 1977. Las Cortes elegidas decidieron comenzar un proceso constituyente
que concluyó con la aprobación de una nueva Constitución, ratificada en
referéndum el 6 de diciembre de 1978.
La Constitución Española, que fue aprobada unánimemente por el Parlamento y
votada por el 87% de los ciudadanos en un referéndum celebrado el 6 de
diciembre de 1978, estipula en un su artículo 1 una Monarquía Parlamentaria
dentro del clásico estilo liberal europeo, con ciertas peculiaridades a
tener en cuenta en la situación española.
El artículo 1 establece:
1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado.
3. La forma política del estado español es la Monarquía Parlamentaria.
La Constitución estipula la separación entre legislativo, ejecutivo y
judicial y respalda institucionalmente al Rey como Jefe del Estado y jefe
supremo de las Fuerzas Armadas.
La estabilidad de la democracia española se ha beneficiado también del
apoyo incondicional de la Corona. En la restauración de la Monarquía en
España el rey Juan Carlos I ha demostrado inteligencia y sensatez, hasta el
punto de situar el buen nombre de la Monarquía en el nivel más alto de la
historia moderna de España, tanto entre los propios españoles como en otros
países. El estilo abierto y directo de la Familia Real, su sencillo estilo
de vida, la ausencia de Corte Real y el apoyo dado por el Rey, la Reina, el
Príncipe y las dos Infantas a numerosas causas morales y humanitarias han
tenido como consecuencia el emplazamiento de la Corona por encima de
confrontaciones políticas e ideológicas, todo ello en muy pocos años,
convirtiéndose en la garantía última de las instituciones y valores
democráticos.
Entre 1980 y 1982 las regiones de Catalunya, País Vasco, Galicia y
Andalucía aprobaron estatutos de autonomía y eligieron sus respectivos
parlamentos. En enero de1981 el presidente del Gobierno Aldolfo Suárez
dimitió y fue sustituido por Leopoldo Calvo-Sotelo. El 23 de Febrero de
1981, un grupo de guardia civiles capitaneados por el teniente-coronel
Antonio Tejero secuestran el Congreso y ponen a la recién estrenada democracia
al filo de la ruptura. La intervención del Rey ordenando el restablecimiento del
orden democrático fue fundamental para la salvación de la democracia. El Rey
embrida los corceles del progreso para evitar que se desboquen.
El 27 de agosto de 1982 Calvo-Sotelo presentó al Rey el decreto de
disolución del Parlamento y convocatoria de elecciones generales para el 28
de octubre. La victoria en las urnas fue para el Partido Socialista Obrero
Español y su secretario general Felipe González.
El Partido Socialista ganó también las elecciones de 1986, 1989 y
1993. En 1996, cuando el clima de crispación provocado por incontables casos
de corrupción es insostenible, se convocan elecciones para el 3 de marzo.
El Partido Popular (de centro-derecha) liderado por José María Aznar llega al
Gobierno, iniciando una nueva página en la historia de España consiguiendo el
objetivo casi inimaginable unos pocos meses antes, de entrar en la primera fase
del euro y situando a España en la vanguardia de los países europeos gracias a la
revitalización de la economía.
|