Los rituales que despiden a un Papa y dan paso a un nuevo jefe de la Iglesia

Certificación de la muerte

Con un pequeño martillo de plata, el camarlengo golpea suavemente tres veces la frente del Pontífice. En cada oportunidad lo llama por su nombre completo y le pregunta: "¿Estás muerto?". Tras el último intento, el cardenal concluye: "Verdaderamente, el Papa está muerto".

Luego le quita el anillo apostólico que junto a los sellos papales serán luego destruidos como símbolo de que su autoridad ha cesado y también para evitar su mal uso. Con este ritual, se certifica el deceso del jefe de la Iglesia Católica y al mismo tiempo se activa una amplia gama de actos eclesiásticos que en menos de un mes derivan en la elección de un nuevo obispo de Roma.

Durante todo el proceso, el camarlengo -un puesto que hoy ocupa el cardenal español Eduardo Martínez Somalo- juega un rol clave y queda a cargo de la administración del Vaticano. Su primera tarea es comprobar oficialmente el fallecimiento del Papa. Luego sella la habitación y el estudio del Papa, dispone que sus pertenencias sean retiradas de estos lugares y reúne sus textos inéditos.

El camarlengo también es quien avisa del deceso del Papa al cardenal vicario de Roma -actualmente Camillo Ruini-, quien asume la responsabilidad de anunciar la muerte al mundo.

Exequias

El cuerpo del Pontífice, tras ser preparado por los médicos, será vestido con los símbolos pontificios: la mitra blanca en la cabeza, la casulla, es decir, el manto que utiliza cuando celebra misa de color rojo, que es el color de luto de los Papas, y el palio, una faja de lana blanca con cruces negras, símbolo de dignidad.

A partir de entonces se ponen en marcha los rituales relacionados con las exequias -que se extienden por nueve días- y el cuerpo del fallecido Pontífice es expuesto en la Basílica de San Pedro. Allí puede ser observado -las fotografías están prohibidas- tanto por los fieles como por los purpurados, que son alertados de la noticia por el decano de los cardenales, autoridad que hoy ostenta el alemán Joseph Ratzinger.

A menos que el Papa haya estipulado los planes para su sepultura, los detalles del rito fúnebre deben ser definidos por el camarlengo y el Colegio Cardenalicio, entidad que asume la dirección espiritual de la Iglesia en este lapso. Los restos del Papa se depositan en un triple féretro compuesto por un primer ataúd de cedro, un segundo de plomo que permite evitar la humedad y un tercero de madera de pino. Generalmente los Papas son enterrados en la Basílica de San Pedro.

Cónclave

En un plazo de 15 días tras el deceso del Papa -con un tope máximo de 20 días-, los cardenales deben reunirse en el Vaticano para celebrar el cónclave, la solemne reunión en que será elegido el nuevo Pontífice. Ello, porque los purpurados permanecen recluidos -de hecho se hace salir del Vaticano a todas las personas que no tengan que ver con el proceso- y tienen prohibición de contactos con extraños, de dar información a la prensa, así como de leer periódicos, ver televisión o escuchar radio. Los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina.

El proceso es liderado por el decano de los cardenales y se realiza una votación en la mañana y una en la tarde mientras dure el cónclave. Los purpurados electores -los menores de 80 años- escriben el nombre de su candidato en una papeleta rectangular y lo depositan en un plato en el altar pronunciando la frase: "Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido". Las papeletas son luego leídas en voz alta y si ningún candidato obtiene dos tercios de los votos, se queman con químicos que expelen humo negro, visible desde el exterior. Si después de tres días no hay acuerdo, se dedica una jornada a discusiones.

En todo caso, cuando la votación prospera, se consulta al elegido si desea el cargo y éste debe responder "Acepto" en latín. La emisión del humo blanco constituye entonces la señal inequívoca de que hay un nuevo Papa. Luego el Pontífice electo define su nuevo nombre y se viste con los atuendos papales. Es entonces cuando el protodiácono -cargo que desde esta semana ocupa el cardenal chileno Jorge Medina- se asoma al balcón de San Pedro y pronuncia la frase en latín: Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam (Les anuncio un gran gozo: tenemos Papa). En medio de las aclamaciones de los fieles, el nuevo jefe de la Iglesia sale al balcón e imparte su primera bendición "Urbi et Orbi".

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