JUAN CARLOS I
La Transición

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Los años que siguieron a la aprobación de la Constitución fueron claves para la consolidación de la democracia en España. Se optó por pasar del anterior régimen a la democracia por la senda de la legalidad, esto es, cambiando desde dentro la organización del Estado. En estos difíciles años fue fundamental la prudencia y altura de miras del Rey. Nuestro país que contaba ya con una Carta Magna a la manera de las democracias occidentales, había comenzado meses antes su andadura por la normalidad institucional, un periodo abierto por el que discurrió una España vital, con no pocos problemas pero con el convencimiento firme de que había suficientes medios para hacer frente a todo tipo de retos: unos fueron superados en el tiempo, otros permanecen aún proyectados en el futuro. Tras la entrada en vigor de la Constitución, Adolfo Suárez decidió convocar nuevas elecciones, en las que volvió a obtener mayoría suficiente para continuar al frente del Consejo de Ministros. pero las divisiones en el seno de la Unión de Centro Democrático hacían cada vez más difícil la labor de gobierno, y el Presidente acabaría presentando la dimisión al Rey el 29 de enero de 1981. Por otro lado ETA había intensificado su acción terrorista. Un suceso vino a subrayar el grado de deterioro de la situación política: durante una visita de los monarcas a la sala de Juntas de Guernica, miembros de Herri Batasuna provocaron incidentes. Don Juan Carlos pronunció entonces unas palabras que definen la actitud de la Corona, entonces y hoy, ante el problema separatista: "Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión, yo quiero proclamar, una vez más, mi fe en la democracia y mi confianza en el pueblo vasco".
Pero el momento de mayor tensión para la democracia se produjo a las seis y media de la tarde del 23 de febrero de 1981, durante la sesión en la que los diputados votaban la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como Presidente del Gobierno, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero irrumpió en el hemiciclo del Congreso al mando de un grupo de guardias civiles. Mientras tanto, en Valencia, el teniente general Milans del Bosch impone el estado de excepción y lanza los tanques a la calle. Tras momentos iniciales de gran confusión, el secuestro de los diputados se revela como un intento de golpe de estado.
La actitud firme del Rey contribuyó decisivamente a superar la mayor amenaza que ha conocido la democracia contemporanea. El monarca pasó la noche enviando órdenes precisas a los capitanes generales y gobernadores militares, asegurando su lealtad a la Constitución y las leyes. A la una y veinte de la madrugada, don Juan Carlos, con uniforme de capitán general del Ejército de Tierra, se dirigió por televisión a los españoles: "la Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referendum". Los diputados fueron liberados en la mañana del día 24. El golpe había fracasado. Discurso íntegro del Rey la noche del 23 de febrero. España iba consolidando su posición en el concierto internacional de países democráticos. El 12 de junio de 1985, se firmó el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas, fue un símbolo de la ruptura del histórico aislamiento de España ante Europa y en 1986 ingresó en la OTAN. Desde entonces España ha dejado patente su voluntad europeista. El Rey goza de un prestigio intachable en todos los foros internacionales y nuestro país está situado hoy entre los países que encabezan la Europa del euro. Mi padre, el Rey |