HUSSEIN DE JORDANIA
EL PEQUEÑO GRAN REY









La actual Jordania, inicialmente Transjordania, fue hechura de Gran Bretaña, a principios de los años veinte. Uno más en el comjunto de nuevos estados creados en el mundo árabe después de la derrota y hundimiento del imperio otomano, al acabar la Primera Guerra Mundial. Principalmente bajo el designio británico de componer a su modo Oriente Medio, como consecuencia del reparto de influencias acordado con Francia.

Surgieron estados ficticios, a veces pasando por alto grandes diferencias ét-nicas, territoriales y hasta religiosas. Y al mismo tiempo separando artificialmente a los árabes. Era el caso de Irak, Siria o Líbano.

Tratándose de la entonces llamada Transjordania aún era peor, porque no pasaba de ser un país prácticamente desértico que de Estado independiente no tenía en origen más que la voluntad del príncipe Abdullah, hijo del cheik del Hedjaz (La Meca y Medina). Y del Colonial Office inglés de disponer allí de un territorio bajo su seguro dominio cara a la presencia francesa en Siria y Líbano y retaguardia para asegurar el problemático mandato británico en Palestina.

No había allí más que una tierra ingrata y un emir nombrado y protegido por los británicos, que hasta se encargaron de encuadrar y dotar de mandos a su Ejército, la famosa Legión Árabe que tenía por jefe al inglés Glubb Pachá.

Este emirato, luego reino, pequeño y frágil, había de convertirse en uno de los puntos clave del tablero endiablado de Oriente Medio en su agitada historia. Desde los años veinte. Pero, sobre todo, desde la creación del Estado de Israel en 1948.

Las violentas revoluciones y golpes militares de Egipto, Irak y Siria, las cinco guerras árabe-israelíes, la contienda feroz de Líbano, el terrorismo palestino y la posterior "inti-fada", la revolución islamista en Irán, la guerra del golfo Pérsico se han sucedido en repetida cadena de sobresaltos y cambios en Oriente Medio.

Siempre poniendo en grave trance a aquel reino de Jordania improvisado y débil que no por esto ha dejado de salir a flote, aún mucho después de haber dejado de beneficiarse del amparo británico.

Dos causas han contribuido a esta sorprendente supervivencia. Una, la habilidad y perseverancia del rey Abdullah, que pagó con su vida el oportunismo con que supo aprovechar la primera guerra árabe-israelí, en el año 1948, para anexionarse Cisjordania y la mitad este de Jerusalén. La fantasmagórica Transjordania pasaba a tomar cuerpo con el nombre de Jordania.

Pero quien ha hecho posible la preservación de Jordania ha sido el nieto de Abdu-llah, el rey Hussein, hábil y enérgico capeador de circunstancias terriblemente adversas. Situado entre Irak, Siria, Palestina e Israel, el reino de Jordania ha vivido muy directamente afectado por el conflicto palestino.

El reparto de tierra palestina entre Israel y Jordania creó el espejismo de que iba a ser un factor de estabilidad. Pero en la guerra de 1967 los israelíes ocuparon Cisjordania y la mitad árabe de Jerusalén. Jordania volvía a los límites de la originaria Transjordania.

Así, aquel pequeño reino regresaba a estar en precaria seguridad. Por la vecindad del enemigo Israel, por la conservación de los derechos sobre Cisjordania, por la presencia en la misma Jordania de un número de refugiados palestinos que superaba holgadamente a los oriundos.

El rey Hussein veía amenazado su reino. Estaba en peligro de perderlo, convertido en un Estado palestino, o había de imponerse por la fuerza a las milicias palestinas. Hizo esto último sin contemplaciones en el famoso "septiembre negro" de 1970.

Cada guerra árabe-israelí ha colocado a Jordania entre la espada y la pared. Y el "pequeño rey", que escribió sus memorias bajo el título de "Insegura está la cabeza", ha tenido que moverse con genial malabarismo político entre los enojosos aliados árabes, la necesidad de mantener un cierto "modus vivendi" con Israel y la conveniencia de estar a bien con Estados Unidos, cuya ayuda económica y protección política no ha llegado a perder nunca, pese a todo.

Hasta en la guerra del Golfo de comienzos de los noventa tuvo que hacer la parte de Irak por no concitarse las iras del poderoso vecino y de sus propios súbditos de origen palestino. Sin por esto romper los lazos con Estados Unidos, que no se lo tuvieron en cuenta, conocedores de su delicada posición.

En cuatro momentos, especialmente, Jordania se vio muy directamente implicada en el conflicto de Palestina. La primera, ya citada, cuando el rey Abdullah ocupó Cisjordania. La segunda, cuando la perdió por la guerra del año 1967. La tercera, cuando el rey Hussein renunció legalmente a ella, reconociendo de esta forma los derechos a la OLP. Y por último, con el establecimiento de la paz y el reconocimiento diplomático de Israel, siguiendo el ejemplo de Egipto.

En las tormentas bélicas y políticas de Oriente Medio, el invento británico de aquel estado tampón, por cuya consistencia y duración no cabía dar nada, ha seguido adelante, consolidando incluso su entidad nacional. ¿Será así sin el rey Hussein? Suya es la obra de haber sacado un Estado de la nada. Suya la de haber actuado como amortiguador en la permanente crispación de Oriente Medio.Lo que él ató peligra desatarse si él falta. Y, en consecuencia, aumentaría la inestabilidad y tensión en Oriente Medio. Precisamente en los momentos en que Israel vive la incertidumbre de una compleja crisis política interna, el proceso de paz en Palestina está en entredicho y en el Irak de Saddam Hussein pueden producirse transtornos graves a causa de la presión angloamericana.

Algún tipo de alteración en Jordania empeoraría de manera alarmante el vidrioso panorama del área medioriental. Transtornos en Jordania alertarían a Siria, incentivarían aventuras intervencionistas en Saddam Hussein, abrirían aspiraciones al nacimiento de una gran Palestina. Circuntancias todas ellas ante las que ni Israel ni Estados Unidos se mantendrían con los brazos cruzados.

La desaparición del "pequeño rey" de Jordania podría crear un vacío igual a la grandeza de su ánimo, a la magnitud de su agudeza mental y de su reinar guiado por la prudencia y tesón, pese a tener todos los pronósticos en contra a lo largo de su vida como monarca.
Por Carlos Nadal, La Vanguardia 31-1-99



Los jordanos festejaron a mediados de enero, el retorno de su soberano, el rey Hussein, el final del mes del Ramadán y la bendición de la lluvia, tan rara en su Estado. Después de una ausencia de dos trimestres en Estados Unidos, donde por segunda vez en seis años sufrió un tratamiento químico terapéutico en la clínica Mayo de cáncer de ganglios linfáticos, el decano de los gobernantes árabes acompañado por la reina Noor y cuatro de sus hijos atravesó, en loor de multitud, las calles de Ammán hasta el palacio de Homar, edificado en una de sus colinas.
Era la última ocasión en que el Rey podía disfrutar del calor de su pueblo.

El rey Hussein era el rey oriental de la "baraka", y su buena suerte le salvó de innumerables atentados y de gravísimas crisis políticas. En un Estado donde la mayoría de poblaciones son de origen palestino, en un Estado frágil y sin recursos, ha consolidado su autoridad, que emana de la dinastía de los hachemitas. En esta ocasión la "baraka", la buena suerte, ha abandonado definitivamente al rey. Tras toda su vida sorteando los peligros de Oriente Medio, el manarca hachemí ha perdido el pulso con la muerte.

El enfermo Rey ya no pudo pisar de nuevo su tierra donde llegó para morir en casa, en palabras de una fuente oficial: "Es el talante del rey Hussein, hasta el final sólo piensa en su pueblo".

El pasado octubre, Hussein abandonó su cama en la clínica Mayo para desbloquear las negociaciones entre israelíes y palestinos. Arafat y Netanyahu, el primer ministro israelí, estaban reunidos en la plantación de Wye en un intento de pactar la retirada israelí de Cisjordania. La situación era tan difícil que Clinton le pidió a Hussein que hiciera el esfuerzo de acudir. Sin pelo, ni barba, ni cejas, apoyándose en un bastón, el monarca habló de los beneficios de la paz.

Fue uno de sus últimos servicios a la paz internacional que ha caracterizado sus últimos años ganándose la mención expresada por Clinton de: "campeón de la paz".

"Hay mucho que hacer en Jordania. Tenemos que emprender reformas al servicio del pueblo a fin de darle confianza en el futuro", declaró el Rey en su fugaz visita a su patria donde cumplió con sus últimos deberes como Rey sustituyendo al que fuera heredero desde 1965, su hermano el príncipe Hassan, por su hijo primogénito, el príncipe Abdallah, de 37 años. En el mensaje en que nombró a Abdallah como heredero criticó con dureza a Hassan, al que acusó de deslealtad, difamar a su familia y hacer cambios en el Ejército sin su consentimiento.

Desde su elección como heredero al Trono, Abdalá -quien no domina el árabe clásico y se expresa con mayor fluidez en inglés fruto de su educación en el extranjero, pero que tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas, de las tribus beduinas y de gran parte de los palestinos gracias a su matrimonio con la Princesa Rania, jordana de origen palestino- ha multiplicado sus apariciones y ha recibido en Amán a importantes figuras internacionales, sobre todo a la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright.

Hussein de Jordania, campeón de la paz